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vicenteperu

LAS ÚLTIMAS DESPEDIDAS

LAS  ÚLTIMAS  DESPEDIDAS

Creo que debo seguir contando las despedidas. El domingo 16 fue la de los jóvenes y las familias de la Milicia de Santa María. Hubo un festival y después compartimos unos turrones. Lo más significativo fue la actuación estelar de José María y Oscar comprando un muelle seguro, robusto … para una puerta. Al final me regalaron un portátil con 3 Megas de memoria RAM y en casa una maleta de tamaño de elefante. Un amigo se encargó de instalarme los programas adecuados.

El martes hubo un acto muy entrañable. Nos reunimos todos los vecinos del portal a cantar villancicos, canciones regionales y todo lo que saliese, por supuesto con vino y dulces. Espe, la vecina del 5º, nos dejó a todos boquiabiertos, con sus canciones inéditas y sus poesías. Como todos son estupendos y yo me voy a rodar por el mundo, se habían puesto de acuerdo y a la entrada uno de ellos iba recogiendo sus aportaciones económicas. Me lo dieron en un sobre, lo abrí por la noche y pedí por ellos. Tengo una foto del grupo que he añadido a la baraja de fotos. No sé en qué puesto porque ahora estoy en Madrid y lo tengo todo revuelto, pero está.

La tercera despedida importante fue una cena en el Avelino el jueves 20 con los compañeros de Instituto. Aquí se celebraba la jubilación y no la partida. Estábamos dos profesores en esta circunstancia: Pepe, el cura de religión y yo. Hubo unos 52 comensales, incluidos varios profesores que ya estaban jubilados. Al final les pusimos un par de “películas” una con mi vida en relación con el Instituto y otra con la de Pepe. Eran como un canto a la amistad y  procuré que además de aparecer yo, también apareciesen todos los compañeros y diversas actividades en las que ellos estuvieron implicados. Ellos me regalaron una magnífica cámara de fotos y el Instituto, una placa de plata.

Me acosté tarde y a la mañana siguiente tuve graves problemas para poder irme a  Madrid a las 11.  Me faltaban muchas cosas por meter en las dos maletas y no tenía tiempo ni espacio. Tuve que pedir ayuda y al final resolvimos la situación añadiendo al equipaje previsto varias bolsas de deporte, metiendo las cosas de cualquier manera y dejando en las estanterías muchos trastos para tirar. Sólo quedaron para “cuando vuelva” un par de jerseys y algo de vestir abrigado, pues allí hace calor y no tendré ropa de invierno para traerme puesta y cuando vuelva a veros no quiero estar tiritando de frío.

En Madrid, la cosa de las maletas se hace insostenible. No hay forma de meter todo. Ya tenía pensado mandar unas cuantas cosas más por correo, cuando vino en mi ayuda Emilio. Ha estado varias veces en Perú y se sabe todos los trucos. Lo primero es llevar una maleta cutre, para que no llame nada la atención y no se les ocurra la idea de abrirla para “sacar algo”. Me ha dejado dos de este aspecto. Una de ellas tiene un  cierre sujeto con alambre. Cuando llegue al aeropuerto las envolveré en unos plásticos que hay para que no se me desparramen. Allí, los mejores coches son los que por fuera están desportillados y los faros atados con alambres, aunque por dentro tengan un motor potente y nuevecito. Es lo adecuado para no despertar ganas de que te roben nada. Lo segundo es que la maleta sea de lona o algo parecido. Yo tengo una que pesa 7 Kg y como lo más que puedo llevar gratis es una de 20 Kg, es muy triste que la tercera parte del peso se lo lleve el envoltorio y encima no pueda llevar todo por exceso de peso.

El lunes 31 sale mi avión a la 1:40 del medio día y llega a Lima a las 20:05, hora local. Como hay una diferencia horaria de 6 horas, estaré de viaje 12:25 (si todo sale como estaba previsto, que es lo que no pasa nunca). Las uvas las comeré dos veces: en el avión, con la hora española y en Lima con la peruana.

Par la próxima semana os escribiré con acento de peruano.

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