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vicenteperu

Segunda parte de mi visita a la cárcel de Lima

Segunda parte de mi visita a la cárcel de Lima

 

Esta vez os cuento la segunda parte de mi visita a la cárcel de Lima

Por fin entramos a donde se acaban los guardias. Me creo que hay una estructura parecida a la que hemos oído de los campos de concentración. La policía llega hasta un determinado sitio y a partir de ahí sólo hay presos e incluso son ellos mismos los que se hacen la comida con los alimentos que les da el gobierno, pero ellos se estructuran como quieren: los que cocinan, los que barren y los que hacen cada cosa. Están totalmente organizados pero por el método de la mafia. Un cierto grupo es el que manda sobre los demás. Todo preso tiene que pagar 3 soles a la semana para asegurarse de que nadie le pegue. Supongo que si no los paga, será el mismo “protector” el que le sacude para que compruebe que es necesario darle la plata. Los violadores tienen que dar otros 3 soles para que no les pasen por la piedra, pues en principio rige el aforismo: a los violadores se les viola.

Nosotros tenemos el nombre y del barracón del que buscamos. Y nada mas entrar en el recinto nos encontramos rodeados de presos que te preguntan por el sitio al que vas para llevarte allí. Nos apiñamos los 9 y elegimos a uno, concertamos con él la propina que le vamos a dar y él se encarga de espantar a los demás. De todas formas nos siguen pidiendo cosas por el trayecto. Vamos todos muy juntos. Yo tenia un periódico con el suplemento dominical. A uno le doy una parte y a otro la otra y me lo agradecen. Para estar en este primer recinto, los presos tienen que dar un sol a la mafia. Si luego no se lo ganan con propinas de los visitantes, pierden.

En el segundo recinto hay unos “porteros” que te cobran otro sol. Ya estás en el barracón. El patio inicial tiene unos tenderetes donde unos presos venden calcetines, papel higiénico,... Ya llegamos adentro y es como en las películas. Algo estrecho y de cuatro o cinco plantas lleno de gente que te pregunta a quien hay que buscar (propina) y de cuerdas de las que pende ropa secándose o trozos de colchón de espuma, etc.

Buscan a voces a nuestro amigo y nos vamos al patio grande con él. Tiene un toldo para prevenir el sol ardiente, el suelo es de cemento y tiene unas porterías donde por lo visto han jugado al fútbol por la mañana. No se como, pues hay por lo menos 80 hombres para un solo campo. En la cancha han puesto mesas de madera y banquetas y un preso nos ayuda a acomodarnos. Estamos los 9+1 departiendo un rato. Sus amigos le dan lo que compraron en la puerta y yo le doy una propina. En el recinto hay por lo menos tres fogones como si se tratase de tres restaurantes sencillos. Piden a un “camarero” arroz chaufa y se disponen a comer. Yo no pienso hacerlo pues por la falta de higiene, es peligroso para mi intestino y digo que me voy a casa. Me da miedo volver a pasar toda la marea humana y el preso de antes me acompaña hasta afuera y de camino me pide una ayuda pues a él no le visitan y no tiene plata para pagar los “impuestos”.

La salida es más breve que la entrada, pero tengo que dar otro sol a los policías para que me devuelvan el carnet a cambio de la chapa de bronce. Por fin salgo de la cárcel pago el doble de un alquiler normal por el garaje (dejarlo en la calle es peligroso) y regreso a casa.

Visitas dos días a la semana y el resto... y así unos cuantos años. ¡qué triste es la cárcel!

Hasta Madrid y Burgos

 

 

 

 

 

1 comentario

Ricardo -

Muy fuerte esto que has contado de la carcel. Espero que nos cuentes mas cuando estes por aqui. UN saludo y hasta la semana que viene.