Mi gente peruana
Hace unos meses estuve al final de una tertulia de ilustres historiadores del Perú, muchos de ellos españoles. Bromeando alababan a, P. Luís porque había conseguido distinguir cuando un peruano decía que si y era que si y cuando decía que sí y era que no.
Es muy sencillo de explicar. Supongamos que sea cierta la siguiente teoría, en todo caso es cierta la conclusión: Llega el caporal y con toda energía le nada a un peruano que haga alguna cosa. Por ejemplo ir a la mañana siguiente a la hacienda del Tío Roña. ¿Le dirá el peruanito que no? Ni mucho menos. Seguro que el caporal se enfada mucho y le regaña y le… Le dirá: “Sí patroncito (le sube de categoría). Ahoritamismo me pongo en camino”. Se va.
A la mañana siguiente el caporal le llama al celular (Es una historieta actualizada) y le despierta. Le pregunta “¿cómo va la cosa?” y le responde: “Ya me estoy poniendo en camino patroncito” y aunque con algo de miedo, se da la media vuelta y sigue durmiendo.
A las 10 le vuelve a llamar y por supuesto que sigue en su casa, pero ¿cómo va a decirle que no piensa ir? Le responde: “ya me falta menos para llegar”. Y así va dando evasivas y nunca se enfrenta para decirle que no, pero nunca va.
Dicen que eso es el fruto de la presión que ejercían los españoles sobre los indios y que ahora se han acostumbrado todos y todos hacen lo mismo.
A mí, que soy español, me ponme negro el argumento y la actitud. Se pueden argumentar muchas cosas sobre si este es el origen o no, pero no viene al caso. También se puede razonar sobre la madurez psicológica de la persona en cuestión y sobre otras muchas cosas. Lo cierto es que esto pasa con frecuencia y además, esta postura de no enfadar al que le pide algo (con un componente muy importante de amabilidad) es muy común.
Aunque yo ya tengo bastante de peruano, esta forma de actuar me desconcierta. Una de mis coordenadas psicológicas es “si digo que voy a hacer algo, seguro que lo hago”. Entonces quedo con uno que nos vemos mañana a las 4 y aún que prevea que me ha dicho un si de este tipo, pero no piensa venir, me cuesta mucho trabajo no estar yo a la hora en punto, aun sabiendo que, caso de ir, seguramente llega tarde y por lo tanto, hasta por lo menos media hora de espera no estoy seguro de que efectivamente nunca pensó en ir.
Con frecuencia lo que habría ocurrido es que cando hablaba con migo, le parecía una cosa deseable lo de ir, pero tenía otras cosa más importantes que hacer y no me dijo que no… o incluso en aquel momento sí que pensó ir, pero luego se le cruzó otra cosa y… Por supuesto este razonamiento es incompatible con que te llame por teléfono para decirte que no va. No todos son así y cuando aumenta la confianza, se atreven mejor a decirte que no van a poder.
El otro día, le pedí por favor a un buen amigo mío que no me haga eso. Que soy muy poco perspicaz y no entiendo las cosas a medias. Que si es que no, que me lo diga. Respuesta: ¿y no te enfadarás? -No, seguro que no. Por favor si no lo vas a hacer dímelo -¿Seguro que no te enfadarás?
Ahora toca otro tema: se trata de otro amigo, también muy querido. Es muy buen militante y adulto y le preocupa eso de la inculturación de la Milicia en Perú, y lo piensa mucho y un día me dice: He observado que tú primero piensas y después sientes. Yo lo hago al revés. Siento las cosas y a continuación las pienso. Yo me quedo más desconcertado todavía. De esta última he sacado una conclusión: para progresar con él tengo que amarle y manifestárselo y el domingo, a la vuelta de Misa le compré un polo de menta.
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Luis Gustavo -