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vicenteperu

Temas sueltos

Temas sueltos en torno a mi visita a la cárcel de Arequipa.

El proceso de entrada en este penal de Arequipa era mucho más sencillo y familiar que el que conocí en Lurigancho (Lima). Incluso el Director de la Cárcel estaba por el primer patio, charlando con algunos. Al entrar me pusieron dos sellos en el brazo y un número con rotulador y otro a la hora de dejar el DNI y darme la chapita sustitutoria. No tuve que rellenar ninguna ficha sino que ellos mismos me preguntaron mis datos que escribieron en una computadora. Me registraron en una habitación individual  y adentro.

La otra cárcel me pareció como los campos de concentración de las novelas: los policías están hasta una cierta zona. Allí una puerta con alambrada y a partir de ella solo presos, con sus correspondientes jefes que también son presos y muchos en la zona de entrada pidiéndote plata, comida o cualquier cosa. Casi constituían una temible barrera humana que se atravesaba acordando con alguno de ellos el dinero que le dabas para que te atravesase el cinturón y te llevase hasta el barracón de tu visitado, que ya sabías donde estaba, pero el guía, además de llevarte iba gritando: estos van con migo, ya les llevo yo, por favor: no molestar. En Arequipa, dentro de la zona de “ellos” había deambulando una especie de “funcionarios de prisiones”, adecuadamente identificados y sin armas y no había nadie “a la caza del visitante”.

En las dos prisiones y desde luego en la de Lurigancho había una jefatura interna paralela: Los mafiosos que son una de las mayores cruces que aplastan a los presos.

Como el padre ya se sabía los caminos y tenía poco tiempo, pasamos rápidamente hasta el fondo. Yo ya tenía bastante con ir justo detrás y no distanciarme ni lo más mínimo de él como para entretenerme en mirar a mi alrededor. Llegué a ver una especie de gran garaje lleno de presos haciendo cosas manuales para vender, como gorras de visera. Luego un patio de cemento, con unas porterías de fútbito, totalmente abarrotado de gente, al igual que todos los pasillos. Muchos de ellos callados, sin hablar con nadie. No llegué a ver nada de las habitaciones.

Al llegar a la sala-capilla y ponerme a hablar con alguno, enseguida me dijo que había varios españoles. A la Misa vino uno por lo menos que enseguida me saludó. Eran cinco y todos por tema de drogas. Este era valenciano, se acercó a comulgar y luego me dijo el sacerdote que era “muy buena gente”.

En total estuvieron unos 40 en la Misa y comulgaron unos 15. Como el cura no sabía muy bien cuantos iban a ponerse en la cola y por lo visto el número varía mucho de unas veces a otras, tomó una cajita con formas sin consagrar y a cada uno le daba una de ellas, adecuadamente mojada en el cáliz que si estaba consagrado y les decía: Sangre de Cristo.

Con nosotros entraron tres señoras, que iban allí todos los domingos a ayudar en no sé qué. Creo que visitaban la enfermería y alguna otra cosa. Supongo que es un apostolado bien duro, pero allí estaban por amor a Dios.

Final: los que hace el mal, no son felices, ni cuando lo hacen, ni cuando les pillan y cuando llegue su final de la vida…

Aunque sin fotos, cumplo con esto mi propósito de poner dos artículos por mes (con 1 día de retraso pues ya estamos al 1 de noviembre)

Estoy deseando volver ver a todos los de España: mi familia, los militantes, los cruzados, los amigos, la catedral de Burgos, …

1 comentario

MANUEL GUILLEN -

Muy bien Hermano, muy interesante.
Eres un valiente por dar la cara.
Un abrazo fuerte