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vicenteperu

campamento

La semana anterior puse un artículo pero veo que no ha salido.
Empezaré por alguna cosa personal. Varios de vosotros me habéis respondido a la pregunta sobre la palabra sustitutiva de pardillo. Por ahora el apelativo que más me gusta es novato o novatillo.
Nadie ha respondido al problema del sol.
Me comprometí a hablar por el skype los miércoles de 8 a 9 de la noche, hora española a partir del 20 de enero, pero todavía no he llegado a mi sitio definitivo AREQUIPA. Allí llegaré mañana noche, pero creo que el miércoles estaré fuera, por lo que no sé si podré cumplir la promesa, pero a todo el que me lo diga, yo le llamo a su teléfono fijo en ese margen horario o después. Comprando un tipo de tarjeta con tres euros se puede hablar con España más de una hora, así que no me importa llamaros yo. Mi teléfono de Arequipa (fijo) es: 00 51 54225158. Ojo que en Perú son 6 horas menos y en verano 7 (para que no me llaméis por la noche).
CAMPAMENTO DE 5 DIAS
El viernes 11 me fui de campamento con un grupo de chavales de Lima. Éramos unos 20. Unos días más (el fin de semana) y otros menos. En principio los jóvenes estaban distribuidos en cuatro grupos de a cuatro, cada uno con su jefe correspondiente. Sus edades estaban entre los 14 y los 18 años y algunos jefes de más edad. Yo iba para ver, dar un taller diario y para apoyar en lo que hiciese falta Pues lo primero que necesitaron fue mi actuación como jefe en un grupo pues el suyo auténtico llegaba por la noche. Le puse el nombre de Chapi, que es la patrona de Arequipa, una ciudad que todos dicen que es muy bonita, que es mi destino y a la que no he llegado todavía. En principio llegaré el sábado pero cuando llegue de verdad ya se lo contaré por de pronto estamos en época de lluvias y allí lo hace torrencialmente y los vuelos de hoy los han cancelado. 1.200Km. en avión por sólo 105 $, unos 80 €.
El Domingo por la tarde se regresó a Lima otro de los jefes de grupo, por lo que ahí me tienen a mí volviendo a ocupar ese puesto. Los que habéis estado de colonias con migo, ya os suena este traqueteo.
La verdad es que les caí bien a los chavales y me trataron estupendamente. Una de las cosas que más les llamaba la atención es mi vocabulario natamente español con el añadido de mi jerga propia. Se quedaban alucinados cuando refiriéndome al alguien dije que “el tio estaba jorobao”. Al final todos usaban de continuo lo de tio y algunas otras expresiones. Yo también estoy evolucionando a la peruana. Por ahora me conformo con llamarles de ustedes.
Se me olvidaba la descripción externa del campamento. El macizo de los andes se encuentra surcado por unos ríos que nacen en las nieves de las cumbres lejanas y luego se encajonan por unos montes que están absolutamente secos: los cerros. Como el desnivel es muy grande, bajan casi tipo cascada. Nosotros estuvimos en uno paralelo al Rimac que es el que pasa por Lima. Estuvimos en el valle siguiente llamado Cieneguilla que está formado por el rio Lurin. Donde estábamos nosotros la altura sobre el nivel del mar es de unos 300m y los picos de al lado de más de 1.500m. Como ven por la foto es un camping que abarca la mitad del ancho de la vega del rio. Tiene una superficie aproximada de un campo de fútbol, con el doble de largo y la mitad de ancho. Sus límites longitudinales son el rio y la carretera, que por cierto, no tiene cunetas, no las necesita pues casi nunca llueve. Cuando se me vallan acabando estas novedades tan importantes contaré a otras no menos curiosas, como la forma de conducir en Lima o esta carretera de Cieneguilla que a la altura del campamento se parecía mucho a la de alta montaña que conocí en Irlanda: Para cruzarse dos coches, uno se tiene que parar y arrimarse algún entrante de la roca (el resto de la carretera, es más normal, dentro de lo que cabe).
Uno de los días hicimos una caminata (marcha) a un cerro. Nos fuimos en coches a un pueblecito a unos 8 Km. Valle arriba. La mitad del pueblo estaba al otro lado del rio/torrente y había que pasar por un puente hecho de tablones sobre unos cables, más un pasamanos, también de cable, que se movía de forma espectacular. Luego llegamos a una piedra de granito que estaba sobre otras y al golpearla hacía un eco parecido al sonido de una campana. Encima tenía un tatraglifo, o sea, un dibujo estilizado en la piedra de tiempos inmemoriales. Después empezó la caminata. Para podérselo imaginar hay que pensar en uno de esos gorros que se hacen doblando una hoja de periódico y queda uno a estilo de Napoleón. Lo ensanchas un poco por el centro, como para ponértelo en la cabeza y ahora lo dejas encima de la mesa. Imagínatelo. Piensas: soy una hormiga y quiero subir a la cima. ¿Por dónde lo haré? Evidentemente empezaré por uno pico y desde allí subiré siempre por la arista. Es lo que se llama la cuerda de una montaña o bien la línea de mínima pendiente. Eso es lo que hicimos. Yo iba el sexto y al ir subiendo por la arista iba pensando: por este camino se va con una pendiente del 45%, y no hay peligro, pero como me salga un palmo a la derecha o la izquierda y me caiga, cojo una pendiente inmensa y casco e todas todas. Yo sólo miraba hacia arriba, delante de mis pies para que no me entrase el vértigo, pero siempre se te va la vista un poco y el pensamiento depresivo va aumentando. Es de notar que el suelo era una especie de piedra blanda, que al pisar se desmoronaba un poco. Llegamos arriba y había una pequeña cruz de madera y unos cuantos estábamos en situación parecida. Varios chavales se quedaron y yo me quedé con ellos “para no dejarlos solos”. Evidentemente la idea del gorro hay que completarla. Porque en nuestro caso no tiene más que la mitad. Al llegar a la cima resulta que empalma con otro y luego con otro y luego… Los demás siguieron subiendo y nosotros nos quedamos esperando. Tardaron más de dos horas en volver, pero eso lo supimos luego, en esos momentos sólo sabíamos que estábamos esperando, aburridos, con sol, con una botella de agua que estábamos reservando para repartirla entre todos cuando llegaran, que tardaban mucho, que parecía que había otros caminos mejores para bajar, que bajar por la cuerda era de mucho más miedo, porque si al bajar miro hacia adelante, también estoy mirando hacia abajo y ya me da el vértigo, quizás fuese bueno bajar de espaldas para mirar siempre hacia arriba, aunque quedaría con las piernas cansadísimas. Todo lo que la imaginación hace pensar cuando se desboca en un momento de desánimo. Por fin llegaron los otros. Venían contentos. La mayor parte del camino había sido fácil. Yo tenía pensado mi discurso para decirle al jefe que yo… pero no le dije nada. Al final me incorporé a mi sitio de la caravana y ¡O maravilla de las maravillas! De tantas personas que habían subido la senda de había hecho de tierra suelta, no me dio ningún vértigo y en algún momento la bajé a saltos, como se hace en los canchales de las laderas de las montañas de Burgos.
Quedan más cosas, pero si cuento todo se hace muy largo. Otro día.

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