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vicenteperu

FINAL DE MI TANDA DE EJERCICIOS

FINAL DE MI TANDA DE EJERCICIOS

Querido amigo:

Voy a contarte ahora un par de regalos que he tenido de Dios en los últimos días:

El primero es pequeñito. En Arequipa he estado participando en las actividades de un colegio público de los grandes. Como sabes aquí se llama colegio a lo que en España se llama instituto, es de secundaria. El caso es que en navidades, hacia finales de curso, fui a darme una vuelta por allí, a saludar a los amigos y al llegar me pidió un profesor un favor: Uno de los actos de  las fiestas del final es una comida de todos los profesores y siempre la empiezan con un discursito de algún sacerdote a modo de bendición inicial. A él le había correspondido buscar el sacerdote, pero no conseguía encontrarlo y me pedía por favor si yo podía hacerlo. Me estuvo dando las razones para animarme, que en definitiva reducían a una: que ya había recorrido todas las parroquias del entorno y nada. La paga era el agradecimiento y estar invitado a la comida de después. A mí eso no me importaba lo más mínimo aunque si me gustaba estar con los compañeros. Lo de pasar por sacerdote tampoco me convence nada, pero se trataba de hablar de Dios y de hacer un favor a los amigos, así que le dije que sí. Me dio el tema y yo me lo preparé adecuadamente. Bueno, no demasiado bien, pero para mi estilo, suficiente.

Llegó el día D a la hora H y me presenté en el local con mi terno (traje) y una cuartilla con el esquema del discurso. Busco al profesor y me dice que ya había otro para hablar, que debía entenderlo, que por si acaso, también se lo había dicho a otro y era el que iba a dar la arenga. De todas formas me invitaban a comer. Apareció por allí el director, que yo no sé si se sabía lo del discurso, y me pidió que me quedase, incluso dijo a otro que estaba por allí y que era amigo mío que me acompañase para que no me sintiese solo.

Aquí se acaba. La situación bien ridícula y yo allí en medio. El regalo está en que no me enfadé nada, ni me quejé, ni le mandé a la porra al de la invitación. Todavía me parece extraño.

El segundo regalo, se parece a este pero más potente.

Ya conté que en Arequipa había un grupo de Milicia floreciente y que, salvo los cuatro que estaban en el último año de carrera y que ya formaban un subgrupo independiente, todos se han ido. He estado cinco años con ellos y he metido muchas horas y cariño y algo de plata (de lo que estoy encantado, ¿para qué sirve el dinero sino para invertirlo en los demás y en la Milicia en particular?) y se podría alargar la lista de mi participación e interés. Pues bien, se fueron de un día para otro y “ni se me ha despeinado el tupé” que diría mi amigo Pedro Castrillo. Continúo con lo que queda, con los de otras secciones y con los otros cruzados y tan contento. Ni me he desilusionado nada.

¿Hay regalos mejores?

Te voy a contar otros dos. Del primero me da un poco de vergüenza. Acabo de terminar una tanda de ejercicios de 8 días, como las personas devotas y comprometidas y tal. Todo como si yo fuese bueno y sensato. Pero... de nuevo he tenido imaginaciones inadecuadas, como los adolescentes, que me han dado mucho la lata. Conclusión: ¡No somos nadie! Si me creía algo, ya veo que no doy para nada.

Ahora la última. La última tarde, Jesusito, me ha regalado un chupachú (chupetín dirían aquí) espiritual. Objetivamente seria una idea positiva acompañada de un gran gozo interno. La idea es la siguiente. Nos habían hablado de los diversos amores: el del que necesita algo con respecto al que lo tiene: eros (en el sentido originario de los antiguos griegos) como el del niño pequeño hacia su mamá; el de dos personas iguales, amistad, amor de pareja,… y el del que lo tiene hacia al que lo necesita, como el de la madre hacia su hijito, que mas o menos es el de caridad. De pronto me puse a pensar ¿qué amor es el que me tiene Jesús, que también es Dios? Evidentemente es el de caridad. Él lo tiene todo y me lo quiere dar. Inclusive me dará su propia naturaleza divina… Y me quedé tan a gusto por dentro.

Luego se pasó y después seguí con los razonamientos sobre por qué yo no recibo todo o por lo menos no lo percibo, pero eso ya era otra cosa y desde luego no seguí intentando aferrarme al regustillo que se queda en el espíritu. Disfruté lo que me tocó y seguí adelante.

Esta es una noche de verano, con su abundante calor y como llevaba hora y media sin dormir, me puse a escribirte. Sólo he tardado una hora en acabarlo. Supongo que haré algo más e intentaré de nuevo cerrar los ojos.

 

 

 

LA FOTO.

Estas navidades y año nuevo estuvo con nosotros Fernando Martín, el director general. En la foto estamos los dos en La Punta del El Callao, junto al mar

2 comentarios

Ricardo -

Hola Vicente.
Ya veo que sigues con la misma o mayor energía que cuando estabas por Burgos y sobre todo, cuéntame que haces para estar igual que hace 15 años.

MANUEL -

Hermano, me gusta tu sinceridad y me admira tu tesón.
Cuídate.
Un abrazo